lunes, 28 de mayo de 2018

Querido enemigo mío


Crónica personal de la “San Mamede desafío solidario”

Por JR





“El mayor despeñadero, la confianza” (Francisco de Quevedo)


Han pasado veintiún días desde la cita convocada para la ‘VI edición del Ultra Trail do Barbanza’ de Arousa Neo. Tras el bache, me encuentro preparado para afrontar otra prueba de trail. Me animo con la “San Mamede” ourensana de 21 km. Dos docenas de pura montaña.

Esta es mi primera carrera federada y, también, la primera con tanto desnivel. Para mí significa adrenalina, pero también una dosis importante de nerviosismo – que por otra parte no soy capaz de disimular -.

Como siempre mi esposa es capaz de relajarme. Ella… y el precioso establecimiento en el que nos alojamos guiados por las buenas criticas en las redes. El Hotel Monumento Castelo de Maceda es un lugar con una magia especial – esa magia que desprenden los castillos- , a la que el Chef Carlos Parra adereza con su disposición, simpatía y recetas sublimes. (Anotad el “capricho de tortilla”, el “queso frito con miel”, y las carrilleras con salsa . ¡Espectacular!).

Llega el día y la hora. El punto de encuentro: Castro de Escuadro. (¿Quién puso allí ese pueblo?) Increíbles los “recunchos” que esconde mi querida Galicia.

Las piernas me tiemblan. Pero al ver a mis compañeros y su sonrisa cómplice, el hatillo de nervios se evapora.

Allí están media docena de “nécoras” motivadas: Ramiro Álvarez y su esposa Pilar, Alfonso Costas, Óscar Fernández, Millara, Aurora López y Javier Rodicio. Actitud de guerreros a punto de ir al combate. Mantenemos el tipo para la #carmafoto que atestigua nuestra presencia como equipo. Capitanea la misión el veterano Ramiro.


Me dirijo al cajón de salida. Bocinazo de salida de una oriunda buena aldeana. ¡Y comienza el combate!.

Salgo con un ímpetu que no he calculado bien, y pronto me doy cuenta de que debo bajar el ritmo. Dejo que los corredores vayan por delante. Escucho a Ramiro mientras me adelanta: “Vamos, compañeiro!”. Le contesto con una sonrisa.

Desde los primeros kilómetros me quedo a la cola de la carrera, y sin mucha preocupación disfruto del paisaje que me rodea. Llego al primer avituallamiento donde me espera una sorpresa: Encarna, mi esposa, junto a Pili y otras acompañantes, estaba allí animando. Sus palabras y sus besos me dan más confianza para seguir con la carrera al mismo ritmo en el que me estaba manteniendo.

No mucho más tarde, hacia el kilómetro 6 llega la gran subida del perfil.¡Cómo la disfruto! Cuánto mas subo más me detengo, y no es por cansancio, si no para ver las imponentes vistas que me ofrece la sierra.

Esta vez voy lento pero seguro. Disfrutando sin parar. Sin perder de vista las señalizaciones. Corro “con cabeza”. Algo que aprendí en la última prueba de trail. Piernas, caja, corazón y cabeza.

Llego al siguiente avituallamiento. Indicación de 9 kilómetros. Me preocupo por que me doy cuenta que los datos de mi reloj-que marca 10.500 metros- no concuerdan con la indicación del cartel. Todos mis cálculos van mal. ¿Qué pasa? De nuevo ese breve escalofrió que me recorre el cuerpo reaparece: eres tú, enemigo mío.

Una persona de la organización me indica que no voy a llegar al tiempo de corte. Ignoro (literalmente) sus palabras y continúo.

En unos metros llega la bajada de la montaña. Tengo que aprovechar para acortar el tiempo. En ese momento, antes de dar el primer paso para comenzar el descenso, noto tu presencia. Estás ahí. En silencio. Como el depredador a punto de atacar.

Te ignoro y esprinto como un rayo, saltando a brincos, ladera abajo. Miro el reloj, y por los datos que indica, me doy cuenta de que no voy a llegar. Intento engañarme convenciéndome de que puedo conseguirlo y aumento la velocidad. No es suficiente. Al final, en el kilómetro 14 , me invitan a abandonar por no llegar al tiempo de corte.

Noté tu risa, tu carcajada, tu burla, creía que había vencido en la sierra do Barbanza, pero me equivoqué. Me confié y tú, en el silencio absoluto, dejaste que me derrotara a mí mismo. Mientras más lo pienso más me enfurezco.

He sido derrotado. Esta vez no hay ninguna excusa. He fallado y tú has vencido. Pero, en boca de Simón Bolívar, te digo, querido enemigo mío, que el arte de vencer se aprende en las derrotas. Pero también tengo que agradecerte por que hoy me has dado un objetivo que antes no tenía.


“ Un guerrero acepta como una derrota, sin intentar transformarla en victoria” (Paulo Coelho)

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